HISTORIA

Las tierras de Nonaspe fueron habitadas desde épocas muy antiguas. Los yacimientos más antiguos corresponden al Neolítico y  son los de la Foia de Alcalá, Pla Embataller, Lo Consell, Mufalla, Los Vilars, y cerca de la Cova de la Virgen. También, existen unos grabados rupestres en Les Tres Roquetes, entre el río Matarranya y la Vall de Fabara, posiblemente de la Edad del Bronce.   De los íberos, en concreto de los Ilercavones, son los poblados del Pontet y la Vall de Batea.

Posteriormente, ya de la época romana, el toponímico de los Vilars parece indicar la existencia de algún yacimiento en este paraje, donde se encontraron una especie de ánfora, un jarro romano y monedas de plata de Pompeyo cerca del almacén de la Estación, así como otros hallazgos (molino redondo de mano, trozo de espada) en sus huertas.

La tradición mantiene la leyenda del emplazamiento en esta zona del antiguo pueblo de Nonaspe. De la dominación visigoda, corresponde también el poblado de los Vilars. Se conservan restos de tumbas, excavadas en la roca,  delante de la estación y dos de completas entre la carretera del Volter y la gravera, así como, cuatro en la roca del Sot de Franquet.

Ya en la época medieval, los primeros árabes llegaron por el sur en los años 713-714, ocupando el Baix Ebre, el Montsià, la Terra Alta y la zona del Matarranya y Algars. Se establecen las tribus bereberes de los Hawwàra en Fabara y de los Miknàsa en Mequinenza. Durante la época musulmana esta zona perteneció a la Taifa de Tortosa. En octubre del año 2.000, se descubren en el paraje de Ribers, restos de tres tumbas de lajas (piedras lisas), con restos humanos. El emplazamiento del actual pueblo de Nonaspe vino impuesto en esta época, debido a la proximidad de los cultivos y la elevación del terreno para la defensa. Las casas se agruparan en torno al castillo, al cual gira gran parte de la historia de Nonaspe,  que ocupaba el punto culminante del paraje. El castillo árabe ocupaba el extremo occidental del edificio actual, ya que se trataba de un torreón de defensa almenado para controlar la zona.

El año 1.104 es proclamado rey de Aragón Alfonso I «El Batallador y en 1.133 conquista Mequinenza y las tierras entre el Algars y el Matarranya. Es precisamente este año, cuando la historia de Nonaspe aparece por primera vez documentada en las crónicas del  reino y, concretamente, en el libro I de los Anales de Zurita.

Durante esta época, Nonaspe pasó continuamente de unas manos a otras. Algunos de los más ilustres dueños fueron: Jimeno de Artusella último de los tenentes de Loarre, tenente de Sariñena y señor de Bolea, y Mayordomo del Rey y del Reino;  Guillem de Cervelló, señor de Nonaspe y caballero de Guillem de Montcada; y su esposa doña Elvira de Artusella, hermana de Jimeno.  También, perteneció a la Orden del Temple y en 1.312, por disolución de la Orden del Temple, pasa a la Orden de los Hospitalarios o Sanjuanistas, dependiendo de la Castellanía de Amposta. Será en 1.376, cuando Juan Fernández Heredia incorpora Nonaspe al Convento Hospitalario de Caspe, al que perteneció hasta la desamortización en el siglo XIX. En el año 1.409 es Comendador de Nonaspe, Fray Salvador Luna, que transforma el castillo-fortaleza en casa-palacio. Los restos góticos que conserva hoy el edificio, debieron realizarse en esta época, pues así lo atestiguan los dos ventanales geminados de arco semicircular, con dos cabezas, una correspondería a Antonio Fluviá y la otra a Salvador Luna.

 De la época moderna y, concretamente de 1.588, aparece por primera vez documentado el Casal y Linaje de los Infanzones de Turlán. Casa Solariega originaria de Nonaspe, cuyo apellido aparece en numerosos documentos históricos nacionales. La Guerra dels Segadors de Catalunya, entre 1.640 y 1.652, se deja sentir también en nuestra comarca. En 1.640 tropas francesas destruirán el Castillo, varios edificios de la Villa y numerosa documentación, y en 1.648 incendian Nonaspe, quemando todos los documentos existentes.

En 1.808, ya en la época contemporánea, se inicia la Guerra de la Independencia contra Francia, y sus tropas llegan al Bajo Aragón en 1809, donde se producen cruentas batallas. Terminada la guerra en 1.814, se instituye la Milicia Nacional, que representaba la idea del ciudadano-soldado. En 1.834 nacerá como Milicia Urbana, pasando a llamarse Guardia Nacional en 1.835. Nonaspe pertenecía a la 3ª Brigada de Voluntarios Realistas de Aragón, partido de Alcañiz.

El Bajo Aragón fue, a lo largo del siglo XIX, un tradicional foco de insurrección carlista. Así se demostró durante las tres guerras civiles: la primera entre 1.833 y 1.840, la segunda durante 1846 y 1.848, y por último la tercera que transcurre entre 1.872 y 1.876. El carlismo fue mayoritario en el Bajo Aragón (Nonaspe, Maella, Fayón, Mequinenza y Escatrón), con base social en el pequeño campesinado de mentalidad tradicionalista.

Con la Desamortización de Mendizabal en 1.836 puede decirse que se extingue definitivamente el dominio hospitalario, después de siglos de dominio en Nonaspe. Sus bienes pasan al patrimonio del Estado o bien son subastados. A partir de 1.875, en el marco de la Tercera Guerra Carlista, se construirán a lo largo del río Ebro, desde Zaragoza hasta Amposta, y en lugares estratégicos, 45 torres ópticas, para comunicarse y alertar a los pueblos y ejército de las posibles incursiones carlistas. En Nonaspe se construye la torre conocida como “lo Castellet de Faió”, denominación que se debe por su orientación hacia Fayón.

En la primera mitad del siglo XX, y durante la Guerra Civil Española, fue por su posición estratégica un destacado lugar de estancia y tránsito de tropas nacionales y republicanas, tanto durante toda la guerra, como en su fin, con la Batalla del Ebro.

Desde la segunda mitad de este siglo y hasta la actualidad, se acometen importantes inversiones en infraestructuras y servicios, transformándose en el actual Nonaspe.